Durante los meses de invierno, los calçots son los reyes indiscutibles de la gastronomía catalana. Las calçotadas son tremendamente populares durante esta época del año... Un manjar fácil de cocinar, sano, sabroso, tierno y absolutamente delicioso. Pero ¿qué son los calçots? ¿Sabes cuándo y dónde encontrarlos? ¿Cómo se cocinan? ¿Y la salsa romesco? ¡Te lo contamos todo en este post!
Los calçots son una hortaliza de la familia de las cebollas, de sabor suave, que normalmente se cocinan a la brasa en las llamadas “calçotadas”, evento casero donde amigos o familiares se reúnen para comer calçots. La forma más tradicional de comerlos es retirándoles la capa exterior quemada por el fuego y sumergiéndolos por la parte comestible en una salsa llamada “salsa romesco”.
Son un alimento que ofrece muchos beneficios para nuestra salud. Tienen cualidades diuréticas, que ayudan a la eliminación de los líquidos del cuerpo; son antioxidantes, puesto que tiene sustancias anti-inflamatorias que mejoran el sistema inmunológico; contienen vitamina A, vitamina C y vitamina K, esencial para reforzar los huesos y los tejidos del cuerpo a través de las proteínas, y minerales como el azufre, que ayuda a obtener energía en nuestros músculos y tejidos y tiene un papel muy importante en el funcionamiento del sistema nervioso.
Durante más de un siglo, los calçots han sido una parte integral de la cocina catalana en invierno, sobre todo cuando están en temporada, que va desde el mes de noviembre hasta el mes de abril. Y aunque se consideran autóctonos de la provincia de Tarragona, hoy en día se encuentran por toda Cataluña.
El cultivo del calçot tiene dos ciclos: en el primero se obtiene el bulbo de la cebolla, que se cultiva entre los meses de octubre y diciembre, y se trasplanta la planta, mientras que en el segundo ciclo se obtiene el calçot. La cosecha de los calçots se realiza cuando las plantas tienen una longitud de 15 a 20 centímetros, que suele ser entre los meses de noviembre y abril, dependiendo de la zona y el territorio donde se siembren. En total, para cada cebolla plantada se obtienen entre 4 y 12 calçots.
La manera más tradicional de comer calçots es asistiendo a una calçotada, que es el nombre que se le da a cuando un grupo de personas que se reúnen para comer calçots. Sin embargo, hay muchos restaurantes de comida catalana y de campo que, durante la temporada de calçots, ofrecen este plato para compartir con los tuyos. Y si resides en Cataluña, existen empresas online que te permiten disfrutar de este producto en casa.
Aunque hay muchas maneras de cocinar los calçots, la manera más común de hacerlos es a la brasa. Se colocan los calçots encima de una parrilla, con las raíces en el mismo lado, y se ponen sobre una llama creada con sarmientos (ramas largas y finas, principalmente de viñas). Se tuestan por ambos lados y una vez cocinados se envuelven en papel de diario para mantener el calor y se dejan reposar sobre una teja.
También se pueden hacer en el horno o en la plancha eléctrica. Para cocinarlos de esta forma, es muy importante su preparación: se tienen que limpiar para eliminar la tierra, cortar parte de las hojas y extraer la raíz. En el horno, los pondremos unos 15 minutos a 200°C con calor bajo y aire arriba, y en la plancha eléctrica, los dejaremos unos 10-15 minutos sin importar que se pongan negros. Una vez cocidos, también hay que envolverlos con papel y dejar reposar para que se acaben de cocer.
Otra forma de cocinarlos es rebozados. Una vez cocidos con cualquier de las opciones anteriores, los dejamos enfriar, los limpiamos, los cortamos en una medida entre 5 y 10 centímetros y los rebozamos al gusto, con huevo y pan rallado, panko o harina de garbanzo. Los freímos con aceite de oliva, secándolos con un papel absorbente, y los servimos calientes.
Este característico alimento se tiene que comer con las manos. Por este motivo, es muy práctico disponer de baberos y servilletas para evitar mancharnos y poder disfrutar con total libertad de esta tradicional experiencia gastronómica, ¡la calçotada!
¡El secreto de los calçots está en la salsa! La salsa de romesco es conocida por ser la fiel acompañante de los calçots, aunque también suele ir muy bien con pescados, carnes y otras verduras a la brasa. Destaca sobre todo por su fuerte sabor a ajo, un toque avinagrado que contrasta con el dulce sabor que le dan las almendras y las avellanas. Sin duda, ¡una delicia que has de probar al menos una vez en la vida!
Hoy en día es relativamente sencillo encontrar salsa romesco en los supermercados de Cataluña. Sin embargo, es difícil de encontrar fuera de la región. Por eso, os mostramos una forma sencilla de preparar la salsa romesco en casa. Tan solo necesitas: 1 kg de tomates, 6 dientes de ajo, 60 g de avellanas tostadas, 60 g de almendras tostadas, 1 1/2 cdtas. de carne de ñora, 40 g de vinagre, 400 ml de aceite de oliva virgen, sal al gusto y 1 trozo de pan tostado.
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